Algunas de estas fotografías que se ven a continuación están basadas en la arquitectura industrial, en concreto en una serie de polígonos de donde destaca la angulosidad rectilínea, de esquinas y estrías, como en la mayoría de las frías naves industriales. Y de nuevo podemos observar como, a través de la propia visión, estos elementos arquitectónicos se desnudan de cualquier otra vestimenta para mostrarnos aquellos aspectos que el ojo no capta y que, únicamente, la mirada personal a través de la cámara puede visualizar.

Ángulos rectos y duros, en la mayoría de casos piramidales, que apuntan al cielo y que contrastan con unas nubes redondeadas que difieren no solo en la forma sino en el movimiento frente a la quietud de unos lugares solitarios, parados en el tiempo y en el espacio. Quizás nos acerca ya a la abstracción, donde desaparecen hasta los propios espacios y donde se elimina cualquier traba que impida la directa manifestación. Y no hay humanidad porque en un polígono tampoco la hay, tal vez solo la soledad del alma. Es quizás esta soledad, con una cercanía bidimensional, la que nos muestra, con pocas formas y mucho fondo, el espíritu.